PROPUESTAS
Colección Azul y Tierra
Málaga, 1985
“[…] Aunque el lazo de la angustia ante los poemas de Rafael Alcalá, no es
la suya una postura existencial -con las connotaciones filosóficas del
término-, sino vital: “No mana virulencia de mi boca; dolor sí”. Por eso, “la
vívida flor de la palabra” se le revela “frente a la mar”, símbolo preferido
del poeta, en torno al cual realiza su trabajo de introspección para llegar a
“las profundidades claroscuras de la vida”. El resultado es la fijación de la
belleza en signo verbal. Desde esta premisa son tratados todos los temas.
[…] La metáfora sugerente, no brusca ni deslumbrante, sirve de vehículo al
ritmo fluyente de los poemas de Rafael Alcalá. Junto a ella, el coloquialismo
nos aproxima sus versos confidencialmente al corazón con ternura, delicadeza y
claridad: “es más poderosa/ la luz que el monumento”. Apóstrofes,
encabalgamientos, ironía, aliteraciones, epítetos, son otros recursos que,
siempre en tono intimista, tejen el tapiz de sus poemas. […]”.
Fragmento de: “Propuestas”, de Rafael Alcalá, de Manuel Díaz. Diario
Sur. Málaga, 8 de febrero de 1986.
AHONDAR HASTA EN LA PIEDRA
Es preciso ahondar hasta en la piedra;
extraerle el corazón, cercenarlo,
ocultar las órbitas entre sus cascos,
escudriñando palmo a palmo, nervio
a nervio. Averiguar la fenda
por la que palpar los retumbos
de su aflicción, para mostrar -apenas-
un corpúsculo de la Rosa, u otra
incógnita flor -ha de ser flor- que,
como ella, sea Reina incuestionable.
7 DE LA TARDE
En el retablo del crepúsculo
tu cuerpo y el mío han prendido
los velones de la carne.
Oigo el salmo del mar, aspiro
su olíbano de algas.
Quisiera ofrecerle un lirio a Dios…
¡No puedo!
Soy un pe(s)cador de la belleza.
EL PROBLEMA
Es irresoluble: su raíz comienza
con el esguince doloroso de la vida;
hecho, por tanto, a nuestra imagen
y semejanza. Si se le da alcance,
otro de mayor envergadura lo releva,
y, cuando faltos de energía
se abandona su búsqueda,
la muerte lo resuelve
con dudoso resultado.
LA VICTORIA
Al principio fue como un juego infantil: dominó
la cota 522, tal como le fue ordenado.
Después, recibió órdenes más precisas:
“Destruya el pueblo, la región, el país, el continente,
el mundo entero”.
Al hombre, enfebrecido, se le reventó el termómetro
de la razón: siguió destruyendo todo lo que era capaz
de destruir (para eso fue ejercitado durante miles de
generaciones).
Cuando al finalizar su obra, con tesón y talento,
se dio cuenta de que sólo quedaban él y sus soldados,
y al percatarse de que no había nada más que exterminar,
asesinó a éstos por la espalda, y gritó, emocionado:
¡VICTORIA!
Pero ella estaba inconsciente. Sin sentido.
PUENTE DE LA AURORA
Poesía Corona del Sur
Colección Mar de Alborán
Málaga, 1987
“[…] “Puente de la Aurora” evoca y ensalza, en su título mismo, el ajado
puente malagueño sobre el Guadalmedina […] Al hilo del símbolo, Rafael Alcalá,
construye su propio edificio interior, que, por ende, trasluce los infortunios,
trasiegos y veleidades de la piedra y los habitantes que conforman la
estructura del puente.
“Puente de la Aurora” y Rafael crean esa relación única de la criatura con
su engendro, una relación de identificación y proclamación de interioridades.
El vocativo de algunos versos el monólogo interior del poeta ante el manifiesto
que observan sus ojos.
[…] Situado en un medio urbano, el libro de Alcalá persigue en el espíritu
ser un continuador de esa grata tradición, partiendo de un puente de ciudad -no
simple, como ya se ha indicado-, siempre un lugar de paso o de unión.
Disquisiciones sobre el tiempo, la ternura, la pérdida de la inocencia, la
mujer… comprenden la sustancia de los poemas, pero no toda. Desde otra
perspectiva, observamos la necesidad de precisar un nuevo punto de vista: el
paisaje urbano per se. No en balde el objeto del que se parte es el puente y
este también es paisaje externo del mundo del poeta.
[…] En las páginas de “Puente de la Aurora” se agita, de un modo expreso,
un hombre. Y esa agitación -que es signo de vida- hace constantes guiños al
pasado, al recuerdo, al tiempo que fue, bajo un prisma desalentador que lo
enmarca y distorsiona.
[…] El cuidado de Rafael Alcalá por la forma debe ser destacado
sobremanera, porque en la actualidad a cualquier cosa se le llama poesía, y hay
mucho engendro suelto que desprecia el lenguaje con la solemnidad del
analfabeto y con la impronta de la soberbia literaria. El cuidado en las formas
es virtud de agradecer en una época que va perdiendo el norte lingüístico ante
los experimentalismos descafeinados”.
Fragmento de “Puente de la Aurora”, de Rafael Alcalá, de Francisco
Morales Lomas. Sur Cultural. Málaga, 9 de enero de 1988.
Las visiones se empañan con el vaho
que pronuncian los gestos distanciados.
La laxitud, a solas, del cansancio,
te hielan los contornos que un día te ciñeron.
Y el esfuerzo, a tientas, del camino,
oscurece la huella desprendida.
Mas esperas que raye lenta Aurora
sobre el Puente (será prieta la noche),
y se enciendan fulgentes los resquicios
donde exhalan potencias los misterios.
o - o
Se licúa la pulpa en sazón del recuerdo:
su hez absorbe la esponja del olvido
hacia insondables rutas.
Aquí, no.
Aquí, el tiempo se recoge entre temblores
de aceras y pretiles,
trajines de voces, de ruedas. Y,
el viento de terral, por las márgenes del río
anda contando:
que se han quedado las ojeras de la luna
en los toscos desvanes de las casas.
o – o
No. No hubo otro marzo que la lluvia
trazando los cuadrantes de tu boca.
Ni más huida que el hueco del silencio
herido por el filo de la angustia.
Por no haber,
no hubo ni maleza a voces que sesgar.
Pues ahora que en el lecho del hábito
me aquieto, he de decirte:
la mar toda prendió al filo de tu cuerpo,
cansada de admirar las rosas del crepúsculo.
o – o
Se sienta exangüe en la doblez del tiempo.
Y deletrea despacio sintagmas
del ocaso.
Ahora que el impulso y la razón
se desligan
por la acidez quebrada de la carne.
Y todavía cree que un vino desaliña
la aspereza del miedo.
Y todavía ignora que el otro yo entrañable
le pudo.
Pero en la noche lo rescato de entre olivos.
En la mar lo aposento.
Luego impregno sus ropas con flameantes versos,
para que no tirite por la cimbra
de la nada.
ASTROLABIO DE FONDOS
Publicaciones de la Librería Anticuaria El Guadalhorce
Edición de Ángel Caffarena
Málaga, 1988
“Astrolabio de
fondos”, tercer libro de Rafael Alcalá, nos invita a adentrarnos en un mundo
submarino y fantástico, en un mar desconocido en el que se viaja incesantemente
hacia la verdad del poeta. Ya desde su título, el libro ofrece la visión
cósmica y misteriosa de las profundidades marinas. Y la misma cita de Cousteau que abre el
libro muestra tal mundo alucinado: la vida bajo el mar, pero un mar que
pertenece a lo ignoto y a lo infinito.
El poeta, partiendo siempre de su propio interior, nos muestra un mundo que
se mueve entre realidad e irrealidad, movimiento y estatismo, luz y penumbra,
contrastes que resultan claves en este libro de poemas y que dan lugar a la
contemplación serena -a la que contribuye el ritmo regular de los versos- y a
la sorpresa frente a la nueva realidad cósmica. Es esta, pues, una poética de
contemplaciones, donde el itinerario poético se equilibra entre el mundo
externo y la propia interioridad, ya que se va del paisaje submarino a la
profundidad personal, del vasto mar al detalle más concreto. Con este
contrabalanceo el poeta logra darnos una visión amplia de un mundo nuevo que
abarca la inmensidad, el detallismo -una piedra preciosa, una vasija- y sus
propias sensaciones.
Por tanto, podríamos decir que “Astrolabio de fondos” refleja un viaje
sobre el propio viaje interior y su búsqueda: la creación, el mito, la poesía,
aspectos que nos salvan de la realidad cotidiana. […]”.
Fragmento de “La búsqueda y la ausencia: “Astrolabio de fondos”, de Rafael
Alcalá”, de María Victoria Utrera. Estaribel. Puertollano,
diciembre de 1989.
LUMINARIA
Arribó de otro espacio, vencida por el sueño
de ser mar. -Los destellos de su piel
así me lo confirman-. Me pregunto
qué extraño desvarío aposentó su mente:
la penumbra en los fondos puede borrar su estela,
el único pasaje que a su tiempo
la transporte. Mas, ella me cuestiona:
¿Acaso no es la mar diseño de los astros?
MEDINA
Con claros del levante, bien puedo contemplarla
tallada sobre el mármol quebrado del olvido.
Su voz es tan potente, que a riesgo de la vida
-los ojos ateridos de mil guerreros muertos
se incrustan en mis venas- hasta sus muros llego.
Y cruzo los pensiles, los baños, el mercado…
Y al oratorio acudo, al borde de la asfixia,
en busca de un indicio que me muestre
si el corazón se olvida del soplo que lo nutre
o agolpa sus palabras cercando a la belleza.
BOCA DE FUEGO
Ni el translúcido fuego de la sal,
ni la rapaz clepsidra, su ánima erosiona,
aunque quietud desprenda de las sumidas fauces.
Salvad el manto de sedosas algas,
y el sentido apostad en la desnuda piel.
Oiréis que sin recato se proclama
dueño y señor de Muerte.
Bien sabe que otras formas de terror
su cetro inmortaliza.
CERCHA
Atrás queden los rumbos,
la estridencia del viento,
las aguas más ardientes.
Atrás quede la sangre
tentando la osadía de su empuje.
Templado corazón, no me insinúes
que he de librar tu alma,
que he de llevarte luz
donde noche proclama tu invidencia.
No soy quien crees.
De paso voy camino de poniente
a vararme, sin ti, en cualquier parte del mundo.
Desiste, no seré yo quien gobierne
de nuevo tu destino.
NAVE
Si el pulso de la vida recobrara,
quizá fuera capaz de adentrarse en sombríos
recintos de la muerte: el trasgo del orgullo
en su armazón perdura, se aferra a sus desechos,
pues concebida fue para enconadas gestas.
Parece, contemplándola, que no acuchillen tiempos
los goznes de los siglos.
DE SORPRENDIDA MÚSICA
Aquilea, Cuadernos de Poesía
Málaga, 1990
“Rafael Alcalá aúna la ambigua precisión clásica con la profundidad y
riqueza contemporánea. Dice y se desdice mediante toques barrocos, amores,
vivencias, decepciones, pérdidas, sin despreciar despliegues vanguardistas.
Domina la tradición y, por ello, está en condiciones de superarla, de
construirse y serse poeta de hoy con las alforjas repletas del pasado. De
sorprendida música […] revela a un poeta maduro en el sentir, fértil en
recursos retóricos, equilibrado en las sugerencias, medido en la plasmación
estética, lujoso en el despliegue lingüístico y pleno en las “delicias del
sortilegio”.
Mezcla de introspección, diálogo vital y declaración de principios, sus
versos envuelven, suscitan confabulaciones. […]
No hay en el texto concesiones que faciliten lecturas rápidas o triviales,
ni fáciles tópicos imitativos que permitan remitir a otros autores. La lucha
con la palabra, la certeza de tonos y ritmos, la intensidad del léxico, denotan
la capacidad del escritor que “hurga en su llaga para ofrecerle voz”
(pag. 31).
Resulta difícil y probablemente inexacto precisar el tema del poemario, que
si bien gira alrededor de los sentimientos personales, se expande más allá de
ellos y los trasciende para incluir la existencia toda […]”.
Fragmento de “Rafael Alcalá, Gladiador lírico”, de María Victoria
Reyzábal. Reseña. Madrid, enero de 1991.
MI VIDA NO DETENGAS
No detengas mis manos si las envuelven brumas
trepando sin pudor
por los desiertos arcos del cansancio.
Haz que palpen los trópicos ambiguos
de tus pechos;
que acojan sus mareas deslindadas;
que tus cabellos caigan como un mágico anhelo.
Son míos los latidos de tus párpados;
mía tu pasión
desbordada de sangre;
tus armarios secretos
donde late la brisa introvertida
de tus ojos.
Mi vida no detengas, alma mía.
Tus delirios desvélame.
Por ellos ya consumo
este poso de vino fermentado
en la vaga penumbra
que los labios rechazan.
SI TU AUSENCIA PERSISTE
De la agrietada espera arrecia lentitud
y frustración que horada el goce apetecido.
Desvalidos y yertos se desploman
engarces de sintagmas
como contritas manos que agotaran la sangre
al inicio del sexo.
Se sabe de la vida por el hedor tallado
en cada gesto inútil; por la nimia cordura
entre altivez y llanto; porque el río se angosta
allí donde los ojos se vuelven roquedales
de un filón ya minado. Que fue llanura el viento
cuando rozó los labios
abrasados de cárdenas tendencias.
Y que el silencio sesga, con su terco declive,
la despoblada arteria de cuanto acaudalamos.
Mas ya de nada valen
antiguas envolturas y provocados ecos
que la nostalgia aviva
en la sombría estancia de encuentros intuidos
si tu ausencia persiste. Es guadaña que quiebra
pálidos manantiales
de sorprendida música.
UN ROSTRO QUEMADO DE ILUSIONES
Sí, gladiador yo mismo, vida mía,
pues hurgo en las tinieblas que la noche desdeña
cuando remonta el arco depurando su celo.
Y la mano es salmodia de trituradas piedras,
porque sumisa acata los presagios
del corazón que rige su destino.
Y herida aún procura fragancias al olvido
en los flecos del aire sin amparo.
Óyeme:
Cómo despunta el alba con sus hilos de yodo
por entre la maleza de las turgentes lilas,
y cómo desvaría mi cuerpo abandonado
si aún no halló mi boca el dolor consumido
que el éxtasis procura.
Sí, gladiador yo mismo, que he de forjar mis horas
frente a un rostro quemado de ilusiones.
QUE SEA A MEDIA LUZ
Si has de abandonarme, que sea a media luz,
en trastocada noche
vencida por silencios minerales.
Que los sentidos todos zozobren de ceguera
y una terca calígine la lucidez penetre.
Si has de abandonarme, no demores la huida:
mi temor no prolongues. Mas antes, te suplico,
apura con deleite
la copa evanescente de mi aliento
y déjame rendido -tras el gozo-,
ajeno a los esguinces que provoca
dolor al infinito.
Vivir para el vacío:
ignorar el instante
en que tu cuerpo brote de una estrella
y en un suspiro abreve licencioso.
EL OJO DISIDENTE
Edición de Carmen Peralto
Razón de su existencia
Corona del Sur
Málaga, 1990
“De diferente textura gráfica y estilística se viste El ojo disidente,
cuidada y preciosa edición de Carmen y Francisco Peralto, en la que el lírico
en breves poemas en prosa asciende/desciende hasta la vida/muerte convirtiendo
en verbo la dolorosa experiencia de la supervivencia. […]
En definitiva y como conclusión, me parece necesario decir que la poesía
[…] tiene en Rafael Alcalá un gladiador fértil y valiente por el que vale la
pena apostar”.
Fragmento de “Rafael Alcalá, Gladiador lírico”, de María Victoria
Reyzábal. Reseña. Madrid, enero de 1991.
Al principio, le resultó difícil aclimatar-
se al nuevo medio de vida que se
había visto obligado a elegir; mas,
con el transcurrir sinuoso de los años, la
sensación, sobre los demás inconvenientes,
de asfixia, fue progresivamente desapare-
ciendo, si bien es cierto que la despoblada
soledad que lo rodeaba le ayudó sobrema-
nera a conseguirlo.
Recorrió tantos secretos y sórdidos lu-
gares como le fue posible. Y cuando
el hedor nauseabundo que su cuerpo
emanaba resultó insostenible de soportar
para su agudo olfato, comprendiendo que
comenzaba el ciclo de la desintegración,
ascendió con empeño inusitado hasta la su-
perficie, atravesando las lindes de pru-
dencia que hasta ese momento lo habían man-
tenido con vida.
Cuando hombre y anélido presenció por
última vez el suceso ocurrido veinte
años antes, descendió aterrado a con-
sumir sus cortos días de existencia. En esta
última, definitiva huida, sus lágrimas fueron
humedeciendo la escabrosidad del subsuelo,
facilitando, así, su descenso, por lo que el
único superviviente-mutante murió, según
consta en la septingentésima nonagésima
nona Acta Khor, posterior al período cero,
firmada por los elegidos geotenditas Zruk de
Pilo y Tox de Zhara, que fueron, a la sa-
zón, quienes encontraron 1000 años des-
pués la momia junto a un petrificado libro
de poesía en el que podía leerse borrosa-
mente su título: Elegías del silencio, a mil
quinientos veinte metros de profundidad.
DE LOS ÚLTIMOS AÑOS
Colección de Poesía del grupo BARRO
Sevilla, 1993
“De los últimos años, poemario ganador del XIV Premio Barro de Poesía
(Sevilla, 1992), revela al tiempo una voz personal y madura, y un estilo
generacional; el de un grupo de poetas, coetáneos de los “novísimos”, algo
desatendidos por la crítica al no haber dispuesto de la megafonía clamorosa de
Castellet. La obra de estos poetas, a veces tardía, como es el caso de R.
Alcalá (Málaga, 1943) es orientativa del fondo lírico que alienta en la
creación de quienes heredan el doble magisterio de Blas de Otero y de Vicente
Aleixandre (citados ambos en los epígrafes de este libro). Se adivina en De los
últimos años, una densa y dolorosa aventura personal, poetizada a través de
claves y símbolos donde se mezclan el pudor en la dicción y la osadía al
abordar algunos temas. La lucha entre lo humano, transmutado por el recuerdo, y
lo poético, emergencia de ese “dolor desnudo” (p. 19) en el acto de escribir,
se resuelve en una serie de tensiones que convierten al libro en un viaje hacia
la intimidad de las palabras […]
El ahondamiento en lo imaginario a partir de la vivencia personal, y el
esmero en la búsqueda del término preciso para hacérnoslo sentir, sin duda,
rasgos que diferencian la auténtica poesía del mero ejercicio académico”.
Fragmento de “De los últimos años, calendario de vivencias”, de Alfredo
Rodríguez López-Vázquez. Un Estaribel. Puertollano, otoño de 1993.
NOVIEMBRE, 25
Esperemos que el tiempo solucione
los enigmas que asuelan nuestras dudas,
mientras ambiguas horas, de consumados días,
reclaman la nostalgia.
Vemos correr las aguas de algún secreto río
que despertó la angustia.
Rastros de azogue líquido discurren por su curso,
desechos de planetas extinguidos,
potros con cicatrices en los ijares,
algún nenúfar turbio
desconchando la gubia de la muerte,
la locura embalada con el cártel de frágil,
la luz recién pulida de los cuerdos de moda…
Todo.
Todo será capaz de resolver
el tiempo,
menos de concedernos
-después de haber quebrado su medida-
un instante tan sólo
por el que recordemos dónde y cuándo
la vida se nos fue sin dar respuesta.
ENERO, 31
Me aburren mis palabras
manchadas de tristeza.
Tediosas se repiten.
Parecen receptoras de un canal silencioso
del que brotara un hilo de temor resignado.
Melodrama es la noche
cuando,
al pie de las murallas del papel,
no puedo penetrar
-con distinta semántica,
con razones prohibidas-
en el fondo inconsciente que atenaza
las formas secuestradas por los ojos.
Me aburre contemplar el inodoro
repleto de cadáveres
-en sus cuencas se yergue la nostalgia-;
parecen invitarme a que les siga
hasta los espejismos de la felicidad,
allí, en los detritus tapiados del absurdo.
Me aburre mi otro yo, su encaro cotidiano:
“Qué haces, intruso, aquí,
pervertido romántico,
lamiendo las esquinas del amor,
los goces soñolientos de tus iris,
las arenas azules de la infancia.
Nada tienes que hacer en este mundo,
excepto regresar -¡el tren es más barato!-,
al lugar de tu origen”…
Sobre todo, me aburren ciegas supersticiones:
divinidad estéril de tu pulso
buscando en los abismos de otros mundos
-exenta ya la sangre de pasión-
el trono donde impera la mentira.
MARZO, 10
Es triste despertar cada mañana
con los ojos sedientos de morfina,
los nervios gangrenados de pereza
y el sexo reticente a la lujuria.
Es muy triste tomar por desayuno
los versos que sobraron de la cena,
fumarte un cigarrillo mientras piensas
que dentro de unas horas otra noche
prenderá de vacío un nuevo día.
Súbitamente sales a la calle
-esperas que algo nuevo te sorprenda-,
te mezclas con la gente, con los perros
-algunos visten trajes esmaltados
y llevan maletines de Loaré-,
con hombres y mujeres indigentes
que perdieron el alma en una apuesta.
Te adentras por brumosas callejuelas
-los gatos se disputan los detritus-
y algún desconocido te hace señas
para que adquieras muerte mientras ríes,
o en unos almacenes donde venden
la eterna juventud a bajo precio.
Ya sé que está prohibida la tristeza,
que el tedio está multado con la asfixia,
que la fiesta comienza con el alba
-en lo oscuro se yergue la miseria-
y no has de bostezar mientras transcurre
el cáustico ejercicio de vivir.
Sin embargo, soy incapaz de evitar
esta vieja costumbre de estar triste
cuando el mar no se acerca hasta mi boca
y se anegan tus besos de distancia.
AGOSTO, 14
A Jesús Miguel (O.S.A.)
Deliberan los príncipes celestes
acerca de mi muerte o libertad ilímite;
si deben condenarme a prisión de por vida
o, acaso, sea preciso
que un tiempo me recluyan
en las frías mazmorras de la antigua abadía
-que a poniente se puede vislumbrar-
llamada Rasebur por los convictos.
No se ponen de acuerdo estos hombres ilustres.
Antiquísimos libros escrutan sin descanso;
actas inmemoriales repasan cuidadosos;
desentierran legajos,
amontonan papiros funerarios,
amarillas epístolas,
ancestrales informes.
Reflexionan sin tregua acerca de mi suerte
estos hombres egregios.
A conclusión unánime no llegan
tras sus largos debates
que duran hasta el alba.
Así llevan centurias.
No saben que el amor negocia con la vida
un pacto que jamás comprenderán los muertos.
TEXTAMENTO
Primer Manifiesto del grupo Les Pieds-Noirs (Au milieu de la
mêlée)
Canente/libros
Málaga, 1993
“Textamento viene firmado por Rafael Alcalá, José Gaitán, Alfredo Rodríguez
López-Vázquez y Alberto Torés […] Al abrir sus páginas encontramos el Primer
manifiesto del grupo les Pieds-Noirs. Tal epígrafe ya nos prepara el ánimo:
nuestros prejuicios “profesosioranales” nos hacen pensar inmediatamente en
aquellas vanguardias históricas que hoy aparecen, de nuevo, resurgir por arte y
gracia de la postmodernidad. Su lectura nos pone de manifiesto tanto el juego
verbal desde el que sus autores escriben, como el avance de una actitud que
conecta con aquellos primeros (dadaístas) surrealistas en el “desesperado
intento de transformación –transformación hasta de la vida humana-. Así
manifiestan su ideal: Frente a la cultura de la crisis, la reconstrucción de la utopía, frente a la civilización
adaptada, renovación o liberación, la urgencia de hacer frente y no dar la
espalda, la importancia de llamarse les pieds-noirs […]
Se llame Alberto la poesía, o se llame Rafael, o José, o Alfredo, es
indispensable la poesía, aunque no sepamos para qué, ya lo dijo Cocteau. Este
libro está escrito desde la poesía misma, desde la actitud lúdica -que el juego
es liberación y la poesía es lúdica y la poesía libera. Los resultados… Los
gustos poéticos son personales, relativos, acomodaticios... […]”.
Fragmento de “Textamento, no testamento”, de Antonio García Velasco. Diario Málaga-Costa del Sol, Papel
Literario. Málaga, 21 de enero de 1994.
HASTA EL SUEÑO
Caracola blanca: nave
del mundo de los cristales
marinos. Por qué canales
al mar su color en ave
trenza y destrenza, si sabe
ser arca de sus latidos.
Parto de ojos sumergidos
como susurros violentos,
estría para los vientos
de noches envejecidos.
MÁLAGA-CORUÑA, CUARTETO DE CUERDA
Los sueños o las ciudades de color sepia,
el sudor bañado de música y océano
por el castigo de sus desnudas columnas,
nos hacen olvidar la palidez violenta
de las máscaras; el escozor
que sabe a falso es miel en el tiempo
o disonante aroma que penetra
como el frágil vuelo de la abeja
en busca de las alambradas: turbios
deseos, introvertido pulso, pavor…,
¿no adivinas el crimen de la aurora?
Las ciudades o el paréntesis del despertar
bajo un tendal negro, huella o límite
que suprime el rencor a tu sonrisa
y tras siempre caminar, el retrato
de Lázaro asombrado, confuso redivivo
estatua ya fingida de la sombra del aire.
TEXTAMENTO
I
Bajo la noche espumas y navajas
ventanas incendiadas de café,
transeúntes de niebla por los puentes,
rojas pupilas llaman al amor.
Noche cicatrizada y frágil, sueñas
un dolor de amapolas en el aire,
murmullo de aparente indecisión,
luminosa quimera que presiente
su escondida memoria, deseada
esquina donde ordenas lo invisible
pues de la muerte la vieja canción
a la danza te invita por espacios,
al crimen dulce de tus ojos: noche
estricta, limitada, sin conciencia.
XII
A la danza te invita por espacios
la rueda de la suerte, sin medida,
dentro de un sortilegio de corceles
vestidos de veneno por la Noche
y el tiempo de acelera, te comprime
con los dulces momentos del pasado;
ensortijadas huellas que a tu voz
adoquinan con duendes y tinieblas
exhaladas del signo de tu pecho,
de tu pecho de mares desnutridos
que la brisa convoca tristemente,
como un eco quebrado de ilusiones,
al naufragio de voces imperfectas,
al juicio de la mente en su locura.
EL PUENTE
Antología 1985-1995
Introducción y selección de ANTONIO MARCO GARCIA
El Parnaso.
Málaga, 1996
“Rafael Alcalá, con una obra poética original y sólida a la vez, nos
propone en una magnífica edición una antología poética que abarca una década
sin duda fundamental (1985-1995) bajo el sugerente título “El Puente”.
La antología recorre los momentos más significativos de sus libros […]. En
todos ellos el poeta aparece como un pensador ansioso, intranquilo,
principalmente visceral, dotado pues de un espíritu que oscila entre el
humanismo y el pesimismo que con tanta evidencia como fuerza impregna su
escritura poética […].
Con mucho acierto lo observa Antonio Marco García en su estudio
introductorio, “a la vivencia y la memoria personal se añade la capacidad
imaginaria colectiva, en una búsqueda del término preciso desde una profunda
crisis existencial”. Por ello, debemos valorar una escritura incesante,
deteniéndose únicamente para establecer el puente que determine el paso de la
vida a la literatura, lo que en el caso de Rafael Alcalá no es sino la búsqueda
intimista y genuina de cualquier sentido por efímero o insignificante que
pudiera parecer. De hecho, la propia naturaleza de la antología implica como
primera tarea el perdón por la audacia de la empresa. […]
“El Puente” también es una emotiva adhesión a la radical interpretación del
paso del tiempo que generalmente encuentra la vía de la ironía. Son numerosos
los ejemplos […] El lector casi se dejará seducir por esta aventura poética
que, por otro lado, no deja de ser una pausa, una parada muy específica para
revisar, incluso confrontarse con esta década y en ese afán por reordenar el
lenguaje poético, proponer nuevos campos de exploración”.
Fragmento de “Dimensión de lo auténtico”, de Alberto Torés. Diario
Sur. Málaga, 14 de diciembre de 1996.
RASEBUR
(Prólogo de José Gaitán)
Colección Puerta del Mar
“Centro Cultural de la Generación del 27”
Área de Cultura de la Diputación de Málaga
Málaga, 1997
“El discurrir poético de Rafael Alcalá (Málaga, 1943) ha ido desde una
lírica intimista hacia un abierto diafragma de preocupaciones esenciales. Los
hitos de su obra […] establecen una curva ascendente que, ahora, se corona con
este nuevo libro, Rasebur.
[…] Decíamos entonces: “En el nuevo proceso de resensualización de lo
barroco, su firme voz poética ocupa hoy, sin lugar a dudas, un lugar relevante,
inequívoco”. En efecto, el pesimismo estetizante, la peculiar incertidumbre
existencial y metafísica, adornaban la lírica aporía de un alto sentimiento
pensativo. Pero he aquí que aquella poesía ontológica, ámbito liminar, confín
secreto de sus hondos lugares poéticos, es ya casa con nombre y es ya domus
concreto.
[…] Esta casa del ser, patria de luz para contemplaciones sumarísimas, se
llama Rasebur. Es como un templo último, un Eldorado amargo, o una ermita
rodeada de pesares y sombras, de zarzas y malezas. […] Abadía, maleza, lugar
dulce y salvaje; mazmorra de los condenados, quizá lumbre infinita para la
ceguera teleológica, o para los convictos del sempiterno fracasar humano […]
[…] Rafael Alcalá ontologiza ese desasosiego de la aventura humana: “Vienen
de recorrer exilios de amargura, / ciénagas de memorias enfermizas…”. Así
se ha escrito Rasebur: ora, memento, endecha, o tal vez abadía de las
contemplaciones asumidas. Y todo lo demás es lírica. Concretamente, en este
libro, una gran poesía visionaria”.
Fragmento de “Una patria de endechas: Rasebur, de Rafael Soto Vergés.
Diario Málaga-Costa del Sol, Papel Literario. Málaga, 12 de abril de
1998.
MANIFIESTO
De niebla abandonada se nutrieron
en los varados vientres de las madres.
Escucharon quejidos
a través de la piel que los cubría,
la estridencia de un tiempo
que aún no había nacido para ellos,
la resaca del miedo
filtrándose en sus cuerpos diminutos.
La vida era sonido empapado de muerte,
y la muerte alternaba con un fiero parásito
en una maloliente taberna del suburbio.
Como golpe de sienes contra la luz errante,
como trote de acosos
por la pradera absorta del dolor,
emergieron un día
a la ciudad del brillo y la amapola.
Ignoraban, entonces,
que los astros jamás perseguirían
el curso de sus pasos.
Condenados estaban de por vida
a vagar por las rutas que las sombras
van dejando
en los turbios celajes del olvido.
DE SOMBRAS Y MISERIAS
Me pregunto de dónde
proceden estos hombres.
He oído a los ancianos
decir con voz decrépita,
que nacieron en tierras
tan huérfanas de luz,
que cierta vez el musgo
de las selvas cercanas
creció súbitamente.
Y cegó las cosechas,
inundando montañas,
serrándolas de vida.
Y ocultó la ciudad
dentro de una gran nube
de sombras y miserias.
Fue confusión la vida;
desorden la esperanza.
Emigraron los astros.
Los mares se incendiaron.
El silencio arreció
por difusos pasillos
grabados de temor.
Estos hombres viajaron
a través de los tiempos.
Cruzaron los dominios
de la fértil oropéndola,
los valles de la muerte
que sin cesar se nutren
de la raíz del miedo.
Peregrinaron décadas
sin tregua ni descanso.
Roquedales indómitos
tomaron por morada.
Conquistaron la lluvia
un día no lejano.
Y a las crestas treparon
de los picos más altos.
Así se convirtieron
en valientes guerreros.
El sol fue su bandera.
La libertad, su espada.
Después se aposentaron,
victoriosos y fuertes
en nuestros territorios.
Pero ya no son ellos.
En sus ojos de piedra
se adivina el helor
tarado del poder,
el haz de la codicia,
la tensión desmedida
de saberse inmortales.
EL FIRMAMENTO OCULTO
El universo entero
conseguiréis sin miedo
cuando se crucen los tiempos.
Taladrarán los ojos,
como ebrios cometa,
los arcos de la luna,
los puentes siderales,
los túneles del cosmos,
hasta que un día arribéis
al cenit de las sombras
donde Sirio reposa
potenciando su luz.
El universo entero
radiará en vuestras manos.
Y pensaréis, sin duda,
que habéis reconquistado
los siglos que perdimos
en pueriles batallas
e ilusos fanatismos.
Mas de nada valdrá
vuestro espíritu inquieto.
Hojarasca quemada
será vuestro laurel.
Considerad, primero,
que bajo nuestros pies
se esconden los misterios
más sólidos del mundo:
el firmamento oculto
que hace brotar el trigo
por extensas llanuras
que la vista no abarca.
Sí, el firmamento oculto…
Dominadlo y veréis
cómo alcanzáis la gloria
que siempre habéis soñado.
LA DOBLEZ DE ESTE MUNDO
No me tientes, amor,
a encontrarte en las aguas
de fingidos estanques.
Yo vine por caminos derramados de mirtos,
de fragancias azules como el rubor del verso.
Me trajeron las alas del sueño de un paisaje
sembrado de luciérnagas, de hipocampos y fuentes.
Me acogieron dragones con sus lenguas de escamas.
Graves, ceremoniosos,
me hablaron de otros tiempos,
cuando el hombre vestía la piel de secos robles
y habitaba entre ellos sin cautela ni engaño.
Así vine a la vida,
como vienen las águilas,
con las garras de turba y los picos de niebla
a consumir la escarcha que habita en los rosales.
Como viene la sangre
-dormida en las entrañas de unos labios profundos,
cegadores-
a perecer en el río de juncos rebosado.
No me tientes, amor,
aunque seas la brisa
que una vez me conceda
la ansiada libertad.
Tiene la muerte hoy un candor bondadoso
al que acuden mis ojos a libar de su brillo.
Tiene mi corazón
ansias de remontar
la doblez de este mundo.
STELLARIA
Colección Mar de Tanis
Corona del Sur
Málaga, 1999
“[…] De entrada diremos que es un libro estremecedor, terrible a veces, un
libro de una originalidad radical donde alternan dos géneros tan aparentemente
contrapuestos como la entrevista y los poemas. “Stellaria” se trata de un
señero ejemplo de una nueva poesía social […] Parece natural el reverdecer de
este tipo de poesía en estos momentos en que nuestra sociedad se ha enfangado
en el más feroz de los capitalismos.
“Stellaria” en suma representa una honda mirada sobre el hombre y su sutil
alegato contra la hipocresía de esta sociedad que en su egoísmo genera
continuamente marginados. Los mismos títulos de los poemas ironizan sobre la
distancia sideral (en años luz) a la que se encuentran los protagonistas del
libro del común de los miembros de la comunidad. La obra, he dicho, se
estructura en entrevistas a personas marginales y poemas sobre dichas personas.
Si en las entrevistas los marginados hablan en primera persona, en los poemas
el autor recrea con ternura el sentir de los entrevistados fingiendo también la
primera persona. El libro adquiere un tono casi narrativo, coral y apocalíptico
[…]. Los recursos más habituales son las metáforas, el hipérbaton y la
reiteración sintáctica con la que Rafael Alcalá consigue un ritmo excelente.
[…]
Al final el poeta deja hablar a la muerte […]
En el magnífico prólogo, el profesor Pedro J. de la Peña, nos
esclarece las claves de este libro que sin duda habrá que tener muy en cuenta a
la hora de fallar el premio de los críticos andaluces del presente año.”
Fragmento de “Las constelaciones marginales de Rafael Alcalá”, de Fernando
de Villena. La Isla, Europa Sur. Algeciras, 4 de marzo de 2000.
ARTURO
Fray Anselmo, monje cisterciense de la Estricta Observancia. Monasterio de
Santa María del Castañar. 15 de septiembre de 1994. 10:15 horas.
Llevo una vida contemplativa, cerrando muchos ojos y encalleciéndome las
manos en la huerta y en el coro del Monasterio. Puedo decir que la vida del
monje, que es, fundamentalmente, orar y trabajar, lo acapara todo. Vive la
realidad de fuera totalmente centrada en su corazón. Esto el mundo no lo
entiende... ¿Que si somos hombres marginados? No cabe duda de que sí, pero por
nuestra propia opción, no porque la sociedad nos margine, sino porque nosotros
nos marginamos del mundo para entender el mundo. Lo vivimos con tanta
intensidad o más que los del exterior. Y vivimos al margen de él, en nuestra
clausura y en nuestro apartamiento; pero llegan al interior de la vida
comunitaria y al corazón del monje todos los avatares, sufrimientos y
dificultades de la existencia humana. Y aquí son amasados. Y aquí son
transformados... ¡No lo entendéis! ¿Qué significa mi vida? Lo significa todo.
Para que lo comprenda, de una manera elástica, le diría que en los conventos
contemplativos se encuentra el quicio del mundo. El monje vive de rodillas; la
Iglesia, de pie.
33 a.l.
Y no entienden
el fuego ensordecido
brotando del silencio apaciguado
que llaman burdamente privación.
Y no entienden
los ecos virginales resbalando
del tronco de una estrella que pronuncia,
setenta veces siete cada noche,
el verbo más turgente
que jamás vientre alguno concibiera.
Y se preguntan,
sin encontrar respuesta razonable,
qué enjambre de neuronas enfermizas
soportan nuestras venas,
de qué foráneos peces se nutre la vigilia
intensamente ciega de los ojos,
o por qué las centurias se descuelgan flexibles
desde el artesonado de las cúpulas
sin que rocen, siquiera,
el caudaloso curso de la voz interior...
En el centro del atrio,
dentro de una gran urna de cristal,
hay un corazón desnudo,
visiblemente inane,
que se extingue por días.
En las gélidas noches
acercamos las manos sobre él para darle calor;
nuestro llanto vertemos
suavizando las costras rugosas de sus llagas.
Y esperamos, pacientes, sobrecogidos
-aunque no lo entendáis-,
a que el roncal anuncie,
en medio de la nieve cincelada,
que el mundo será ungido
por la gracia de un nuevo amanecer.
RÉGULO
Francisco. 69 años. Antigua Prisión Provincial. 3 de noviembre de 1994.
20:55 horas.
-¿La prisión? Cuando se sale y se entra es más llevadero, pero cuando se
está en ella permanentemente, la cárcel es el castigo más terrible que se le
puede imponer a una persona. Equivale a una angustia continua. No sé si es peor
la muerte. Dicen que el preso es un cadáver que la sociedad ha enterrado de
pie. Cuando sales de ella ya no eres el mismo, todo cambia. Se pierde la
dignidad y la autoestima, al menos en mi caso. Sí, claro, tiene que existir el
castigo porque existe la injusticia, la desigualdad de posibilidades y, por
tanto, la económica. Hay gente que necesita forzosamente para vivir un dineral
y otros que tienen que apañarse con muy poco o con nada. Ya existe ahí una
injusticia, un desequilibrio social... Pregúntese por qué hay tan poca gente
rica en las cárceles; por qué la inmensa mayoría son pobres... Yo me he criado
en la calle, sin padres, sin saber lo que es una escuela. Me fumaba las
colillas que otros tiraban al suelo y encontrar un mendrugo de pan duro
significaba para mí un manjar..., un manjar que tenía que reblandecer con agua
para ingerirlo. Soy hijo de la calle. ¿Qué te puede ella enseñar? Estamos
destinados a ser carne de presidio. Los que creen que las cárceles deberían
estar peor de lo que están caen en un error imperdonable. No las conocen.
Ignoran que cualquier día, ellos, o sus hijos, o sus nietos, pueden entrar en
ellas. Ya cambiarían de actitud, ya. Los que piensan así son los que tienen sus
necesidades cubiertas, su pan seguro... ¿No fue Víctor Hugo el que dijo que la
felicidad de los ricos está hecha del infierno de los pobres? Ahí lo tiene.
Bien. Le dejo. Tengo que entrar ya. Otro día le contaré por qué tuve que
desertar del Ejército y fugarme a Francia con lo puesto. Chao. Y salud.
67 a.l.
Caminaba de noche esquivando alimañas,
desafiando los nervios destemplados
de los tarados máuseres,
la quilla del invierno,
su aterrador galope por la nieve afilada.
Ingería los frutos que encontraba
en árboles oscuros, demacrados,
y hablaba con mi sombra fugitiva
que jamás respondía a mi inquietud.
Al Norte, siempre al Norte.
Las estrellas trazaban mi destino.
Eran fantasmas góticos -los Pirineos-:
las orillas de cuarzo del mar, la libertad.
Subí por las escalas del valor y la rabia.
Dominado era el miedo por rebeldes impulsos
nacidos en la cuna colectiva
de aquella asociación de caridad
de principios de siglo.
Al despuntar la luz,
sobre agujas de pinos me acostaba
-me acostumbre a dormir a la intemperie
guiñándole a la muerte-
amparado por rocas mutiladas
o deformes abetos por el viento cortante.
Cuántos días sin rutas, a la deriva,
intentando olvidar
las botas con tachuelas
hincándose en mis bronquios,
la mano disuasoria -pedernal insensible-
terriblemente enferma de injusticia,
los barrenos del odio
estallando en las sienes deportadas.
Joven era la sangre.
Podredumbre el puñal
-de muy diversos filos-
que cortó su ilusión.
Alcancé las montañas.
Sobrepasé las crestas.
Y encontré la ciudad de la equidad.
Mas fue breve mi estancia,
como un dorado sueño que acabara, de pronto,
en agrio amanecer.
Heme aquí, como siempre,
Cercado por espinas,
envidiando
a esa mariposa tricolor
que todas las mañanas me sonríe,
mientras revolotea sin cuidado
por entre los metálicos colmillos
que defienden la celda.
ALDEBARÁN
Adela. 27 años. En un bar de copas del Paseo Marítimo Ciudad de Melilla. 23
de septiembre de 1994. 02:40 horas.
-¿Qué dices? No te oigo muy bien... Me llamo Adela. ¿Cómo? ¡Y a ti qué coño
te importa la edad que tengo! Tío, qué cara... ¿Es que te dedicas a hacer el
padrón nocturno? Tú no estás bien del tarro, ¿eh? ¿Es que me has tomado por la
Rocío Jurado? Déjame tomarme mi copa y corta el rollo. ¡Vaya una forma de
comenzar!
Una semana después, en el mismo lugar. 01:45 horas.
-Eres recalcitrante. Por una vez en mi vida y sin demasiados rodeos. Y
después, punto. ¿Vale?
Soy economista y dirijo mi propia empresa. En mis horas libres leo, voy al
cine, me tomo algunas copas y... ligo. Casi no importa con quién. ¡De verdad!
Pues... sí, algunos incluso han llegado a pagarme. Bueno, así también tengo
para mis caprichos. Lo que realmente me gusta es el sexo por el sexo.
Disfrutar, gozar a tope. Algunos hombres son muy curiosos; pero yo siempre saco
lo que quiero de ellos: placer. ¡Mierda!, no sé por qué te cuento esto. Vale,
vale. He estado con todo tipo de hombres. Sí, sí, también con mujeres, pero en
pocas ocasiones. ¿Yo? Vivo sola. Mis padres se separaron siendo yo pequeña. Mi
madre se llevó a mis dos hermanos. Yo me quedé con mis abuelos, que son
cojonudos. Lo pasé muy bien con ellos. Me mimaron. Y estudié con ganas. No,
ahora no tengo relación con mis padres. Viven los dos, pero no deseo nada de
ellos. ¿Para qué? Tengo cuanto deseo: un buen sueldo, un piso, un magnífico
coche, independencia absoluta y sexo. ¡Que no! Te he dicho que estoy...,
perdón, que vivo sola... Bueno, ¿cambiamos de rollo? Y tú, dime, ¿de qué vas?
Desde luego, de cabezota inasequible al desaliento seguro que sí. Oye, tú no
jodes mucho, ¿verdad? Es que tienes una cara de reprimido que para qué
contarte... Bueno, si tú lo dices.
53 a.l.
La carne es como hiel
cuyo aroma penetra en mis sentidos
y enciende los desechos que en mi interior se ocultan.
No puedo reprimir su potente llamada.
No sé cómo escapar de la espiral
de lodo en que me ahogo, y que un drama en un hombre
tejió hace, quizá, mil millones de años.
Me pregunto de dónde procederá la bestia
que me impulsa,
y de quién se valió para cruzar,
por el arco del tiempo,
la ilímite distancia que tuvo que cubrir,
a lomos de la sangre,
de un cuerpo a otro y a otro cuerpo...
Muchas veces contemplo, al despertar sin gozo,
este ser sucesivo que comparte mi lecho.
Miro su blanco rostro: un eterno despojo;
el sudor que desprende es líquido cristal.
Duerme profundamente, sosegado,
como si nada hubiera en este mundo
capaz de perturbarlo;
como si no advirtiera que de una dentellada,
muy fría y maloliente,
en un momento súbito, desgarraría su cuello.
Mas me intuye incapaz y desarmada:
la soledad del alma es víctima propicia
al asco y a la venganza de su oculto rival.
DENEB
Inés. 84 años. Patio del Asilo de Los Ángeles. 26 de octubre de 1994. 11:05
horas.
-Llevo aquí desde julio de hace tres años. Antes vivía sola, pero empecé a
tener problemas de salud y como mis hijos se iban de vacaciones y no podía
estar sola en casa, me trajeron aquí y todavía permanezco.
Claro, podría vivir con uno de mis dos hijos, pero hubieran tenido que
cambiar los muebles de habitación y no quería que se sacrificaran por mí...
Usted me comprende, ¿verdad? Paso muchas horas aquí, en el patio; me gusta
respirar el aire libre y hablar con mi marido que se me fue hace ya seis años.
Pero no me siento sola, porque Manolo me prometió en vida que si él moría antes
que yo, nunca me abandonaría. Yo le cuento mis cosas; él me contesta y me
resuelve las dudas más importantes. Me aconseja, por ejemplo: “Mira, Inés,
debes tomarte las pastillas que te dan para dormir mejor; cuidarte la artrosis;
no darle muchas vueltas a las cosas, que son como son. Hay que aceptarlas. La
juventud tiene que vivir su vida y nuestros hijos tienen muchas cosas en qué
pensar, por eso los domingos no pueden venir a verte, porque tienen que
dedicárselos a su familia”... Cree usted lo que le digo, ¿verdad?
No, no me quejo. Si yo le contara la de casos que se ven por aquí, de
ancianos que hace años que no vienen a verlos sus familiares. Mejor no pensar
en ello. ¡Es de pena! Hay que adaptarse a las circunstancias. Los tiempos
cambian y también las costumbres. Pero amo a mis hijos por encima de todo y hay
momentos en que los comprendo. ¡Tienen tantas cosas en qué pensar!
Y bien, ¿me acompaña usted, que es tan simpático, a la enfermería a ver a
una amiga y la distraemos un ratito?
400 a.l.
La puerta fue cerrada hace ya tiempo,
y rezan las hermanas en sus celdas
las preces cotidianas
antes de reposar en sus camastros.
Ni la sedosa mar, allá en el fondo
de los menguado ojos, incendia la tristeza...
La habitación se está quedando a oscuras.
El silencio se filtra por mis huesos.
Siento cómo el estigma de tus labios,
sobre la débil sangre, comienza a perfilarse.
Estás aquí. Lo sé por el perfume
a tierra entumecida que desprende tu sombra.
Adivino tus manos vaporosas
rodeando mis hombros desnutridos;
tu frente sobre el pelo ceniciento;
el dolorido vaho de tu boca cerca de mis oídos...
Devuélveme a la vida, amor de mis entrañas,
razón de mi extravío.
Devuélveme a la esencia de la luz
donde el viento no brame desairado
ni la lluvia no invierta su camino
golpeando la sístole del llanto.
Llévame hasta el calmado océano de la paz.
Elévame, amor mío
-tras el último aliento de mi vida-,
al pico donde nace el misterio del ser,
que quiero descansar al lado de tu cuerpo,
mientras la eternidad
entona su apacible melodía
y el pasado sea sólo como un crujir de espumas.
RESQUICIOS
(Prólogo de María Asunción Mateo)
Delegación de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Bornos
Colección de Poesía Villa de Bornos
Bornos, 2000
“La atenta lectura de Resquicios, última entrega de Rafael Alcalá,
produce la impresión de hallarnos ante un poeta que hace la guerra -y el amor-
por su cuenta y riesgo; o lo que es lo mismo, de habernos topado con una voz
similar, vibrante y lírica a un tiempo, reflejo fiel de una personalidad
entrañablemente rebelde, que necesita de la palabra para desembarazarse de sus
profundas represiones internas y de sus dudas existenciales.
Rafael Alcalá parece estar siempre al acecho de todo cuanto sucede en su
entorno. Así es como él recrea esos cuadros inquietantes de la vida social, con
un prisma totalmente original, penetrando en las aristas más hondas del alma y
del corazón: el prisma lúcido y seguro de quien ha vivido íntimamente la
problemática que intenta solventar cara al público, con una velada intención no
sé si crítica o didáctica, pero sin duda primorosa y liberadora. Y lo consigue
plenamente; porque esta especie de confesiones, este sacudirse las pulgas de la
soledad con el látigo de la palabra, viene a colocar su poesía un peldaño más
arriba de lo que estamos acostumbrados a leer y hasta soportar […]
Digamos para concluir que Resquicios, desde el prometedor
título hasta la última línea, es el poemario sólido de un poeta maduro y
moderno, dominador de la expresión lírica, seguro de sus ideas y de los
recursos necesarios para darles vida propia y calor humano. […]”.
Fragmento de “Acerca de Resquicios, de Rafael Alcalá”, de Félix-Antonio
García Díez. El Faro. Motril, 5 de marzo de 2002.
ESPÍA
Alguien entre nosotros
no es quien aparenta.
Con sutil estrategia se ha infiltrado
en nuestro sano círculo
ganándose de todos la confianza.
Ignoramos quién es. Mas hace ya algún tiempo
que nuestras relaciones andan mal.
Sería muy prolijo enumerar desgracias;
pero nos escrutamos sin descanso
unos a otros;
medimos las palabras;
miramos de soslayo al que ayer era amigo.
Son fríos los saludos.
Ojo avizor andamos cuando nos dan la espalda.
La neurosis galopa libremente
por nuestras cabelleras.
Y no me extrañaría que un día no lejano,
al vernos reflejados en el espejo
-después de haber dormido largamente-,
nos peguemos un tiro en el abdomen,
si tenemos agallas,
pues descubrir podemos en nuestros propios ojos
al espía que nunca imaginamos ser.
EJECUTOR
Es cómoda su vida.
No tiene que estudiar ni hacer carrera.
No necesita amar ni ser amado,
ni siquiera fundar una familia.
Tampoco le es preciso alimentarse,
ni poseer fortuna con la que subsistir.
Sin embargo,
jamás se encuentra ocioso,
pues siempre lo hallaremos
inmerso en su trabajo
que suele realizar en mitad de la noche,
en lugares sombríos, tenebrosos.
De día es cuando urde planes imprevisibles.
No actúa por su cuenta:
siempre es fiel a un mandato que su interior le ordena.
Desde que tuvo uso de razón,
supo que un férreo impulso, de fuerza incontenible,
marcaba su destino. Un destino centrado
en nuestra propia sangre
cuando el azar nos muestra su rostro más violento.
Entonces, sólo entonces, conocemos
su identidad, su oficio, su brazo ejecutor.
NAVEGANTE
Desoyendo las órdenes de los controladores,
programó rumbo fijo hacia un punto del cosmos
que carecía de estrellas. Era un pozo profundo.
Allí la oscuridad se adentraba sin límites.
Le envió su inconsciente tan briosos latidos,
que se mostró incapaz de hacer girar la nave
a parajes seguros.
No le quedaba espacio, ni hueco, ni recodo
donde buscar los flecos del cordón plateado
que a la verdad conduce.
Al cabo de mil años regresó de su viaje.
Fue hallado su cadáver sobre el mar
por hombres diferentes
a los que conoció en su vida pretérita.
Guardaba entre los huesos de sus dedos
una rama de olivo -aún reverdeciendo-
que impregnó la cabina de sutiles fragancias.
Evocaban los tiempos de fértiles cosechas,
cuando el hombre sembraba con sus desnudas manos
y las bestias cargaban en sus lomos los frutos.
ANACORETA
Lleva ya treinta años recorriendo el desierto.
Se alimenta de insectos y bebe de los cactus.
Su vestimenta es pobre: una jarapa muy tosca
para envolver su cuerpo y protege los pies
con sandalias de cáñamo. Duerme sobre guijarros.
Cubre durante el día innumerables dunas
sin importarle apenas el punto de destino.
Con la oración aplaca sus humanos instintos.
Con la meditación, anula los recuerdos.
Sólo responde al móvil -que en la cintura pende-
cuando el piloto rojo se enciende intermitente.
Es señal inequívoca: en Nueva York la Bolsa
ha roto expectativas.
POETA
Ya no escribe poemas.
Le aburren las tertulias.
No acude a recitales,
a pesar de que aún
recibe invitaciones por correo.
Hay cartas polvorientas,
encima de la mesa,
pendientes de respuesta.
Y los libros se hacinan,
sin haberlos leído,
por todos los rincones de la casa.
Bien sabe que su nombre fue borrado
de archivos y listados.
Y que su extensa obra
ingresa en el hospicio del olvido.
Pero poco le importa.
Ha descubierto el medio de pasar por la vida
sin hurgar en la llaga profunda de su ser.
Dedica todo el tiempo
-desde que sale el sol hasta su puesta-
a su huerto privado.
La noche la dedica
a consultar legajos
-que encontró en un desván de un piso abandonado-
sobre ciertos conceptos, muy antiguos sin duda,
de macroagricultura.
Quiere que el mundo ingiera,
sin tropezar con huesos,
sabrosas chirimoyas.
VARIACIONES A CUATRO TINTAS PARA VARIAR
Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de SalobreñaCuadernos literarios de Salobreña
Salobreña, 2004
“[…] Probablemente, y quizás de forma inconsciente, Alcalá haya iniciado a
partir de aquí, el proceso de conversión de la poesía órfica, de base
irracional, que había estado presente en sus primeros libros, a la poesía
lógica, y a ratos discursiva, de su obra posterior. Puede afirmarse que esta
nueva forma de concebir la práctica poética va a ser ya plena en su título más
inmediato, Resquicios (2001), poemario que recibió el II Premio de Poesía
“María Luisa García Sierra” 2000. Entre el conjunto de poemas que conforman el
libro destaca el titulado “Poeta”, un texto que adelanta las líneas maestras de
lo que va a ser las Variaciones que ahora comentamos y que no es sino una
actualización del “beatus ille” horaciano. Al desencanto de los primeros
versos, escritos en un registro absolutamente coloquial […], le sucede un
irónico y espléndido final, […] Este tono irónico y desencantado desde el mismo
título, será el que presida el último libro de Rafael Alcalá, Variaciones a
cuatro tintas para variar. […]
En fin, un último libro en el que Rafael Alcalá parece haber abandonado
completamente el hermetismo y los arcanos símbolos de sus primeras obras para
acercarse, por el uso de un léxico semicoloquial, los muy escogidos recursos
expresivos y la tematización del desencanto y la ironía, a la corriente
realista de una parte de las últimas generaciones poéticas. Una evolución que
cuenta, tal y como hemos ido viendo, con los precedentes de libros anteriores:
Stellaria o Resquicios.”
Fragmento de “El sesgo poético de Rafael Alcalá. Acerca de Variaciones (a
cuatro tintas) para variar”, de Antonio Aguilar. El Faro. Motril,
23 de abril de 2004.
EL PREGÓN SENTENCIOSO
Pregonaba de sí, de sus pasiones,
de su aflicción, agobio y desencanto
ante público dócil. ¡Cuánto llanto!,
rumiaron los despiertos. En sillones
angostos resoplaban los dormidos
de purísimo tedio funerario.
Cien minutos llevaba el temerario
disertador divino consumidos
sin que nadie -lo juro, pues lo he visto-
pudiera descifrar al pretencioso.
Mas decidió, por fin, de sus secretos
mostrar hasta los velos. ¡Yo soy Cristo!,
proclamó sin decoro. Y, cadencioso,
bendijo a los oyentes con sonetos.
CON REBOTE INCLUIDO
¡Mi esqueleto se pudre! ¿Será tarde
para tomar helado en Casa Mira?
Vértigo tengo; pulsaré la lira
que mi demonio guarda en la cobarde
oquedad de mis ojos. ¡Llega el frío!
Propongo un trueque a un alma generosa:
por un brasero ofrezco una baldosa
que a un gran duque robé por el estío
aquel que no recuerdo. Depresivo
me encuentro -¡como siempre!-. “¿Estás seguro
de haber tomado el valium?”. Me conmino
a no estar triste, sólo convulsivo
y taciturno. No, no valgo un duro;
pero todo me importa ya un comino.
Menos tú, palo de mar, pasión mía;
equinoccio de seda, amado islote…
Les ruego me dispensen el rebote.
ENTRE BASTIDORES
(A Titi)
Tan sólo un trozo de papel muy pálido,
sin orquesta que cubra mis errores,
sin público que aplauda los colores
con los que intento dar vida. No es cálido
tener la soledad por vestimenta
-¡tus lentejuelas brillan desde el palco!-,
y un lápiz en la mano, catafalco
donde a veces sepulto mi tormenta.
Aquí no existen focos que iluminen
mi habitación pequeña, ni el halago
que compense mi sórdido ejercicio.
No entiendo que tus ojos me fulminen.
Soy sólo el pobre pescador de un lago
del que jamás obtengo beneficio.
EL REPARTO
(Aproximación a una poética)
Acuden como moscas
-la inmensa mayoría son mosquitos enjutos,
ocurrentes y frágiles,
muy ebrios y alocados-
a consumir el resto del pastel
que nobles reposteros fabricaron un día
con ejemplar oficio y dignidad.
Con desusada gula se atragantan
cuando engullen
el trozo que les toca en el reparto.
Voraz -antes lo he dicho- es su apetito,
mas rara vez se sacian.
Y si alguien,
que no es de su rebaño,
a degustar el dulce se aproxima
-no importa que recurra a excelentes modales-,
ha de tener cuidado,
pues con lacadas uñas
arañarán su cuerpo
hasta verlo sangrar por los cuatro costados.
Controvertidos son esos seres volátiles
que,
incluso en el amor -en el físico, claro-
tienen serios problemas.
Pero vuelan muy alto -por encima
de las alcantarillas y de sus propias heces-
sin olvidar a quienes -¡y son muchos!-
se quedaron en tierra.
Y aun cuando el tiempo
les penetra las ingles y las sienes,
quedándose sin alas,
ojerosos, ventrudos, descompuestos…,
tan falsamente altivos se nos muestran,
que hasta la misma poesía -nos confirman-
las sandalias les ata.
BAZAR DE CIRCUNSTANCIAS
(Prólogo de Carmen Rodríguez Ávila)
Palabras Mayores – poesía
Editorial Alhulia
Salobreña, 2005
“Rafael Alcalá, en primera persona, acaba de confirmar que Bazar de
circunstancias […] es el libro “con el que doy por concluida mi obra
literaria”. Y lo hace, en efecto, con un conjunto de veintitrés poemas en los
que cala desde el comienzo un lenguaje sencillo y familiar sobre el que opera
una musicalidad que sigue siendo un hallazgo expresivo sabiamente y
constantemente empleado. Sus versos –a veces heptasílabos con débiles
asonancias y a veces asimétricos- dejan siempre una dicción lastrada con un
sesgo de crítica a la irresponsabilidad humana y al egoísmo, una crítica
detenida en describir personajes como el enemigo, el mundo –al que metaforiza
en “la ciénaga”-, los usurpadores o poderosos, y junto a todos ellos muy
diversos estados interiores como son la desconfianza, el pesimismo, el insomnio
o la vejez […]
[…] Es este un poemario rico en anécdotas íntimas y volcado en la denuncia
de muy variadas situaciones y circunstancias, entre las que se encuentran la
insolidaridad, la ilusión equivocada del consumismo o el progreso insensible.
El engreimiento y la falsedad de las apariencias están igualmente en su punto
de mira, y sobre todo, hallamos por doquier hondas y curiosas reflexiones sobre
la finitud humana. […]
Puede decirse que la riqueza temática que ha caracterizado toda la obra de
Rafael Alcalá ha aflorado nuevamente en su último libro. […]
La poesía de Rafael Alcalá destaca por su tono sincero y su manera directa
de transcribir cualquier clase de problemática vital. Y a esto ha de añadirse
un estilo caracterizado por una correcta construcción sintáctica mantenida en
todo el libro, publicado a sus sesenta y tres años.”
Fragmento de “Lírica despedida”, de Antonio Moreno Ayora. El Faro.
Motril, 10 de marzo de 2006.
CARAMANCHÓN
Teníamos tanto miedo
a rasgar la penumbra solitaria
de aquella habitación
-en la cual afirmaban los mayores
que moraba en su espacio un alma desnutrida,
en pena, desde luego, por tiempo inmemorial-,
que a pesar de ofrecernos
tentadoras promesas:
varias papas de menta,
o tres vasos de orange, por ejemplo,
no éramos capaces -¡nos faltaba el valor!-
de aproximarnos cerca del pomo de la puerta.
Demolieron la casa con el tiempo
y, con ella, la temerosa estancia
también se hizo añicos.
Pero diez días antes de que la excavadora
amputara sus muros,
entré en la antigua sala y comprobé de golpe
que al miedo absurdo aquel
no le faltaba lógica:
la verdad no se encuentra ahí afuera,
sino muy dentro de nosotros mismos.
CÓDIGO DE HONOR
Sí, a ti mismo, por ejemplo.
Un buen ramo de rosas
para el fiero enemigo,
con la intención tan sólo
de que mitigue en poco
el dolor que provoca
hacinar tanto odio
en su mente diabólica
sin motivo aparente.
Y si en cólera monta
-porque hay enemigos
que son inconformistas
y jamás dan la talla-,
regalémosle otro
que sea aún más bello,
más fragante, más fino.
Y si acaso tampoco
le complace el detalle,
pongamos entre sus manos
un pesado revólver
con el tambor repleto
de munición muy dura.
Y abramos nuestro pecho
para facilitarle
no fallar el disparo.
Pero si no acertara
-porque su odio puede
destemplarle los nervios-
a quitarnos de en medio,
entonces, sólo entonces,
le daremos la espalda,
tacharemos su nombre
de la lista enemiga
-también de la memoria-,
y nos olvidaremos,
por el tiempo restante
que nos quede de vida,
de su absurda existencia.
CARENCIA
Reconozco que ahora
no dispongo de un tema
que sea sugerente,
de actualidad rabiosa,
pueda sorprender, a mí en primer lugar,
y después al que llegue a escrutar cuanto dije,
un tanto masoquista, otro tanto curioso.
Pero sin tema,
por más que cubra espacio de papel
no ha de servir de nada.
Y sin embargo,
cada día suceden hechos espeluznantes,
para todos los gustos,
distinguidas señoras y señores.
Sin ir más lejos,
esta misma mañana he visto fallecer
-agudos estertores-
a Dios entre mis brazos.
Y sigo sin tener un tema trascendente
con que darle sentido a este viejo poema.
CIGUATANEJO
Dicen que está en un mar
que no tiene memoria.
Y llegar a sus playas
cuesta unos diez lustros
de angustia y sufrimiento
mientras pulsas tinieblas
en un rincón del miedo.
Pero existe quien salta
hasta el fin de sus fondos
sorteando las algas
perfumadas de muerte.
¿Qué importan ya los riesgos
si olvidaron los ojos
la caricia del sol
cuando se peina el alba,
o ya olvidó el tacto
la brisa marinera
que corre sin cadenas?
Tiene la libertad
un destino tan sólo
que se llama Equilibrio.
Y un lugar muy lejano
que está en Ciguatanejo.
THE END
No.
Estás equivocado. El título que has puesto
como final del libro es un gran despropósito.
El libro nunca acaba de contarnos su trama,
su historia, su aventura. El libro siempre ignora
el sabor de la muerte. Su eco nunca encuentra
acomodo en el tiempo. Por eso los bibliófilos
los llaman con frecuencia: “historias no acabadas”.
Los poemas nos dicen una parte tan sólo
de cuanto se concentra -un mar sin horizonte-
entre brumas y luces; pero jamás perfilan
el lado verdadero, definitivo y cierto
de la metaverdad, sensible y relativa.
Eso cuesta millones de años de existencia
y pensar lo impensable.
El poema transmite,
de distintas maneras, sólo combinaciones
de notas musicales para apenas rozar
la agreste melodía que a vivir nos invita.
No debería buscar título más propicio.
Que lo encuentre el lector -¡yo creo en los milagros!-
que es, al fin y al cabo,
quien lacra los susurros que entonan estos versos.
LIQUIDACIÓN POR CIERRE
Almud literario
Corona del Sur
Málaga, 2005
“En el breve poemario […] de Rafael Alcalá titulado […] Liquidación por
cierre encontramos una miscelánea de estrofas (la de métrica más regular es el
soneto) que el autor había publicado ya en diversos medios, por lo que
(excluyendo alguno inédito) el conjunto puede considerarse una antología
abreviada del autor malagueño, cuya obra lírica comenzó prácticamente en 1985
[…]
La nota común de estos diecisiete poemas es que fueron escritos “ad hoc”,
es decir, teniendo un objetivo muy concreto que abarca desde el comentario
lírico de una fotografía de mujer (primer rótulo), en el que está consciente ya
un particular uso metafórico, pasando por otro dedicado a un amigo
hospitalizado (cuyo cariño y amistad pondera con la hipérbole) y refiriéndose
igualmente al deseo de sentimiento compartido para superar la soledad […] En
algún poema Rafael Alcalá hace gala de un agradable sentido del humor con el
que trasciende, y a la vez banaliza, un pequeño contratiempo inesperado (véase
“Un disloque con trote para una ninfa”), y en otros asoma su afición musical
(no en vano en 1990 publicó De sorprendida música) entendida como un bálsamo
necesario tras la dura jornada. […]
Con una dicción musical y un ritmo evidente, el poeta muestra su maestría
tanto en la composición de sonetos como en el verso libre, que en ocasiones
aprovecha la rima asonante (incluso la interior) para hacer de la musicalidad
un hallazgo expresivo sabiamente y constantemente empleado.
La justificación de este título de Rafael Alcalá la da él mismo en sus
palabras introductorias, cuando dice que este año 2005 “doy por finalizada mi
actividad literaria”. Liquidación por cierre es, así, un breve poemario que
suena a retiro lírico por voluntad del autor, quien finaliza su libro con un
rótulo de la mayor explicitud: “Despedida y cierre”. El poeta opina que ha
cumplido con su misión, y al reflexionar en el presente “que ajusta las
traviesas desbastadas / del paso inexorable de los años”, llega a la conclusión
con que mejor se explica y fundamenta Liquidación por cierre: “Ya clausuró su
oferta el día prometido. / Por hacer nada queda, salvo fingir mesura / ante
quien desconoce tu falsa identidad”.
Fragmento de “Lírica despedida”, de Antonio Moreno Ayora. El Faro.
Motril, 10 de marzo de 2006.
LAURA SÁNCHEZ,
EN FOTOGRAFÍA RETROSPECTIVA
A Anle
Hay galaxias dispersas por la boca;
columnas de ternuras milenarias
sostienen sus cometas. Luminarias
estrellas por los ojos rolan. Loca,
la luna trepa por las venas; toca,
besa los versos de la sangre, y arias
de cósmicas gaviotas, visionarias,
adornan la garganta. Sí. Trastoca
el Universo todo tu sonrisa,
invierte su pureza la amargura
y no existe beldad más que en el aura
que por el marco baja hasta la brisa
del mar que ya se entrega… Y es locura
cantarte en la distante ausencia. ¡Laura!
CAUTIVO
A la familia Jiménez Madueño
¿De dónde vienes tú, peregrino,
que la escarcha se quiebra al contemplar
la pureza que irradia tu dolor?
¿De dónde, alma de Dios,
procede la ternura de tus pasos,
que hasta las piedras tiemblan de emoción
cuando cruzas los sedentarios puentes
y el azahar se nutre del candor de tus poros?
Trae la noche una brisa
de nieve dolorida,
de llanto oculto en el zaguán del alba,
de encendidas caléndulas…
Y traes por vestimenta
una túnica blanca, de ensimismada luz,
que mecen las palomas del Parque.
Y ahora,
cuando te marchas, insomne peregrino,
cuando desapareces hacia los extramuros
de la ciudad en penumbra
a tu casa de siempre,
se queda en la retina el fulgor de tu sombra
titilando en el tiempo
imborrable y sonoro.
Sí, Nazareno.
ÍNTIMO ACONTECIMIENTO
Has cruzado el ecuador, so canalla.
Happy birthday for… ¡No! De una gran mierda
las células se nutren ya. La cerda,
la vida, la de siempre, la batalla
te gana. Y tú sin darte cuenta. Vamos,
en la inopia; buscando en las alturas
al estro puto y lerdo. En las alburas
estás, memo y carroza. La cagamos:
el poema que nadie leerá.
Salvo tú, mamoncillo, en el retrete,
diez, cien veces, trescientas veintiuna…
¿Qué podemos hacer? En el membrete
de tu existencia inútil cagará
la poesía. ¡Y son cincuenta y una!
DESPEDIDA Y CIERRE
Ya clausuró su oferta el día prometido.
Por hacer nada queda, salvo fingir mesura
ante quien desconoce tu falsa identidad.
Otros recursos quedan:
intimar con la bella señorita
-la que jamás bosteza, ni guiña,
ni hace gestos descorteses-
de la inútil pantalla.
Es la mujer perfecta, te aseguro.
Y si te rechazara, caso poco probable,
hazte la cirugía -la del alma te digo-.
¿El suicidio? El suicidio es un arte;
no vales para eso. Hace falta valor,
refinamiento agudo, no padecer de ataxia…
No te lo recomiendo.
Contémplate por dentro durante quince años,
y si hallaras, por mor de algún milagro
un resto de prudencia,
al vacío consérvala, dentro del frigorífico.
Así soportarás la distorsión
que ajusta las traviesas desbastadas
del paso inexorable de los años.
UN TRANVÍA LLAMADO REVERSO
Colección La mano vegetal
Narrativa/V
Aula de Cultura de la Facultad de Filología
Universidad de Sevilla
Sevilla, 2005
[…] Son estas mismas las características que
encontramos en muchos de los veintiún textos ─minicuentos o micro-relatos─ que
componen Un tranvía llamado reverso (Sevilla, Vicedecanato de Extensión
Cultural. Aula de Cultura de la Facultad de Filología de la Universidad de
Sevilla, 2004), último de los títulos publicado por Rafael Alcalá. La
trayectoria de Alcalá no ha sido la habitual de la mayor parte de los poetas de
su generación. Si el grueso de su producción pertenece fundamentalmente al
género lírico, un género en el que ha ido evolucionando desde el simbolismo
irracionalista al realismo crítico, una lectura atenta del conjunto de su obra
nos hace advertir que algunos de sus títulos encierran un componente narrativo
nada desdeñable. Es el caso de Stellaria (1999), un libro que resulta
esencial en la obra de Alcalá porque en él comenzaba el giro hacia el triunfo
del realismo de su obra posterior. En este poemario el poeta daba voz a un
grupo de marginados sociales ─desde la prostituta al ludópata─, los cuales,
cada uno a su manera, contaban la historia de su vida. Estos textos, que tienen
mucho de denuncia, pero también de reflexión, están probablemente en el origen
del nuevo género narrativo cultivado por Alcalá: el minicuento o micro-relato
─que como ambos subgéneros pueden leerse algunos de los veintiún textos que
comentamos.
Porque
denuncia y reflexión son los raíles sobre los que transita este tranvía
postmoderno. La intención de los micro-relatos que componen el libro parece
clara: dejar al descubierto ─sin juzgarla─ lo más oculto de la condición
humana. La crueldad, el terror a la muerte o el miedo al otro que todos
llevamos dentro, son los temas fundamentales que Rafael Alcalá acierta a tratar
en estos textos. De algunos de ellos como en las fábulas, puede extraerse
alguna enseñanza moral, es el caso de “Reverso” un minicuento que narra la
historia de un hombre que se piensa enano, o el de “Atropello”, cuyo
protagonista, como en las fábulas clásicas, es un animal.
Pero
también en muchos de ellos lo fundamental es la reflexión, casi siempre
pesimista o desesperanzada, acerca de la propia condición humana. En “El otro”
se revitaliza el tópico de la lucha sostenida por el Bien y el Mal en las
profundidades de todo hombre, y en “Sorteo” el clásico mito de Fausto. A
veces estas reflexiones se tiñen de ironía y surge el humor negro, como en
“Cacería”; otras, se esconden tras un acertado proceso de simbolización, tal y
como sucede en el desconcertante y escueto “Vómito”.
Otros
textos, abiertos a múltiples interpretaciones y más cercanos al micro-relato
que al minicuento, toman un vuelo lírico ejemplar: el pájaro que protagoniza
“Olvido” muere ante los ojos del narrador: “Su vida no fue más larga que el
susurro de una leve ola al ser absorbida por la arena”.
Casi
todos ellos tienen, sin embargo, algo en común: el efecto sorpresa del final.
La historia no cobra verdadero sentido hasta casi el último párrafo, la última
frase. Ello es evidente en “Aniversario”, “El portal” o “Retrospección”. Pero
que nadie espere benevolencia, porque también casi todos ellos dejan al
descubierto la más extendida “cualidad” humana: la crueldad gratuita.
Fragmento
de: “La crueldad de los tranvías. Acerca de Un
tranvía llamado reverso, de Rafael Alcalá”, de Antonio Aguilar. ”, Diario Málaga-Costa del Sol, Suplemento Papel
Literario nº 560. Málaga, 15 de mayo de 2005.
REVERSO
Se
había aficionado al cultivo de bonsáis como único refugio en el que poder
mitigar la desazón que le producía ser un hombre bajito. Estaba tan convencido
de su extremada pequeñez que, con excepción de los mínimos arbolitos, todo
cuando le rodeaba (incluida Lady Pithu, su preciosa gatita de angora) le
parecía de mayor altura que la suya.
Salía
a la calle lo imprescindible, y todas sus energías (que eran escasas)
centrábanse en cuidar con esmero a las enanas plantaciones que por doquier se
repartían por la casa. Y les llegó a tomar tanto apego, que hasta les recitaba,
durante el orto, con voz cálida y melodiosa, hermosos poemas de amor que él
mismo componía cada noche. O bien les hablaba, inquiriéndoles por sus estados
de ánimo, poniendo en su mente y en sus abultados labios las respuestas de las
plantitas en un lenguaje que sólo él podía entender, pero con claros matices de
una feminidad perfecta.
Un
día, percatóse de que su dependencia por los bonsáis había tomado una dimensión
verdaderamente insospechada, ya que si alguna vez éstos caían en desgracia,
enfermando o, lo que aún podía ser peor, desapareciendo, él no soportaría ni su
sufrimiento ni muchísimo menos su ausencia, por lo que, sin pensárselo dos
veces, comenzó a sobrealimentar a los arbolitos con unos fertilizantes
especialmente compuestos para él por un afamado ingeniero agrónomo japonés con
el que jugaba, desde hacía muchos años, interminables partidas de ajedrez a
través de frecuentes comunicaciones epistolares de carácter curiosísimo para
cualquier profano en tan antiquísimo entretenimiento.
No
se sabe aún con certeza por qué motivo, si por un error de cálculo del nipón en
la composición de los abonos orgánicos, o porque nuestro pequeño hombre no
interpretó debidamente las instrucciones, trastocando los intervalos de las
dosis, que los árboles comenzaron a crecer desmesuradamente invadiendo toda la
vivienda. En poco tiempo, enormes raíces y hojas colosales se apretujaban en la
pequeña casa destruyendo, con furor incontenible, todo cuanto se interponía en
su camino.
Ocurrió
semanas más tarde, cuando una vecina, extrañada de que el hombrecillo no había
sido visto por ella durante los últimos veinte días, que, temiendo lo peor,
avisó al cuerpo de bomberos y a la policía del estado.
Cuando
derribaron la puerta, apareció sobre una descomunal alfombra de hojas, troncos
y raíces secas, el cadáver, en avanzado estado de descomposición, de un
gigantesco hombre de más de tres metros de altura.
LA ESPIRAL
Cierto
día, precisamente cuando comenzaba a sentirse hastiada de vegetar en la zona
oscura del cerebro sin llevar a cabo más actividad que la de acumular
frustradas esperanzas por hacerse tangible, advirtió que era víctima de un
voraz apetito. Se asomó a los estanques lúcidos de la mente del receptor y
comprobó que aquello que por primera vez le ocurría carecía de toda lógica: la
imagen que la acuosidad cerebral le devolvía no era, precisamente, la de un ser
que se dedicara a la trivial ocupación de la gula. Su condición de animal
peligroso tenía que ofrecer la misma forma que ahora se proyectaba ante sus
ojos fríos y diminutos: una complexión esquelética, carente del elemento magro.
Mas, ni este razonamiento, ni tan siquiera el que correspondía a su dignidad,
le impidió soslayar el instinto perseverante, recién despierto, del hambre.
Un
zoólogo le hubiera diagnosticado que su mal obedecía a una rebelión del mundo
subconsciente o a un conflicto en el sistema neurovegetativo debido, quizás, a
la larga espera soportada por verse libre de su eventual prisión, ya que todas
las formas que como ella ocupaban gran parte del entramado habitáculo, se
liberaban por la noche, y otras, nuevas y fragantes, se iban filtrando por el
cancel en vigilia de los sentidos. Sin embargo, ella, hasta este momento, se
mantenía enclaustrada muy a su pesar. No es extraño que, sometida a una depresión
tan profunda, se olvidara de sus raíces genéticas y le diera rienda suelta a su
voracidad, derramándose a su albedrío por toda la fisiología del portador.
Un
día, succionaba bilis del hígado; otro, se acercaba hasta el páncreas y se
alimentaba durante horas de la hormona insulina; de los riñones, en bastantes
ocasiones, libaba los desechos del plasma… No había recoveco, tejido, nervio,
víscera, hueso, vena o célula por donde no picoteara sin saciar jamás su
desenfrenada apetencia, de forma que, mientras ella engordaba desmesuradamente,
el receptor adelgazaba a ritmo vertiginoso.
No
hubo de transcurrir mucho tiempo antes de que el animal adquiriera una
dimensión tan desproporcionada que invadía la masa encefálica del poseído.
Ahora,
un estilizado cuerpo humano regido por un sueño irrealizado con forma de araña,
teje la espiral de un nuevo y sorprendente orden estético.
EL OTRO
Se
repetía continuamente que no estaba loco, que su ingreso en la clínica para
enfermos mentales se debía a un tejemaneje urdido entre su pérfida familia y
los psiquiatras al objeto de repartirse su cuantiosa fortuna.
Aun
estando seguro de su cordura, observaba concienzudamente las extravagancias y
los sinsentidos que se producían en el comportamiento de los internos. Hablaba
con ellos y comprobaba que sus respuestas no eran lógicas; que sus frases no
estaban hilvanadas; que pasaban de la euforia a la depresión, de la locuacidad
al silencio más absoluto, de la serenidad a la agitación, del pacifismo a la
violencia… Además, él no hablaba en voz alta en solitario, solucionaba con gran
rapidez los crucigramas que caían en sus manos; y leía y captaba con prontitud
el significado de la lectura. No era violento, ni indiferente, ni abúlico… Nada
le unía a aquellos alienados, babeantes, impúdicos, agresivos o
desesperadamente charlatanes seres con los que pacientemente se veía obligado a
convivir. Sí, él era normal; una víctima de la depravación y del egoísmo
humano. Con todo, tenía la esperanza de algún día poder demostrar no sólo que
era un hombre sano psíquica y físicamente, sino denunciar y poner bajo el peso
de la justicia a quienes formaban parte del complot.
Por
el momento, su atención se centraba en mostrarse (lo que no le suponía el más
mínimo esfuerzo) con absoluta calma y espíritu disciplinado. Así, al menos,
obtendría el beneplácito del director del centro, permitiéndole que no fuera
fuertemente atado a los barrotes de la cama, ciñendo la camisa de fuerza,
durante las noches de plenilunio.
LAS OTRAS CARAS DE LA MONEDA
(MICRORRELATOS)
Viñeta de portada: Natoli Pinazo
Amazon-KDP, 2018
Todo escritor tiende a plantearse qué hay
tras la realidad más evidente, qué tras las cara o las caras de una moneda, esa
realidad oculta, imaginativa, diferente. Rafael Alcalá (Málaga, 1943), autor de
una veintena de libros de poesía (Premio Barro 1992, entre otros), narrativa,
ensayo e investigación, publica Las otras caras de la moneda, conjunto
de microrrelatos, tan de moda.
Se abre con una cita anónima: “Nada es lo que
parece, sino lo que es”, de potente sugerencia. Son cuarenta y un cuentos
breves (entre una y tres páginas) en los que aborda variados temas la crítica
al conductismo de la social actual, a este mundo “inhabitado y cruel”, la
necesidad del amor y la necedad de no valorarlo (en “El sabio”), el afán de
autodestrucción del hombre (en “El mosquito”), etc.
Para desarrollarlos se sirve de personajes de
distinto calado y condición, sin faltar algún muerto que revive (en “El
cadáver”), y hasta veremos el “suicidio” de un ordenador (en “El ordenador”).
Desde su posición de narrador omnisciente, con sencillez de estilo, sin
pretensiones, combina un tono más serio y crítico con otro igualmente de
denuncia pero con más humor, como ocurre en el interesante “El ángel”, aunque
acabe de forma tan dramática. Esa mezcla de tonos es uno de los logros del libro,
donde hallaremos expresiones que nos harán meditar: “Pues jamás hemos conocido
el camino ni hemos sabido encontrarlo. Y es que, verdaderamente, los cuervos no
pueden bailar con las piedras”, dice, por ejemplo, en “El mosquito” (p. 16).
Vuelve con esta obra a la edición Rafael
Alcalá, prolongando una dilatada carrera que ocupa diversos géneros y ha
recibido variados reconocimientos. Otras veces ha tomado un punto de visto más
realista, crítico asimismo, y esta vez ha optado por buscar más allá de lo aparente.
“Las mil caras de la vida”, de José Cenizo Jiménez. LUZ CULTURAL, Magazine de información cultural 2019
EL
CUADRO
Estaba
en el museo de arte contemporáneo de Falónido (Aritmia del Sur). Y de pronto
llamó poderosamente su atención un cuadro de no muy grandes dimensiones. El
contenido de la obra era el retrato de una mujer de medio cuerpo, de tez muy
blanca, casi enfermiza, y ojos intensamente fríos, que miraba de frente con
expresión muy seria. El fondo estaba constituido por hojas de laurel muy rojas
y huecos verdosos. La mujer no portaba ninguna joya ni en las orejas ni en el
pecho, y su pelo era canoso, recogido, con una raya en medio. Una blusa blanca
cubría su torso dejando ver parte de sus pechos a través de un escote.
Heriberto
de la Ganzúa se plantó delante del lienzo, y dijo en voz un tanto alta: “¿Quién
sería esta señora?” No había cartel alguno que indicara el nombre del pintor ni
del cuadro y demás detalles. Nada más terminar de pronunciar la frase una voz
muy serena y cadenciosa sonó en la sala de forma audible: “Yo soy el cuadro”. A
Heriberto de la Ganzúa casi le da un soponcio al comprobar que la voz brotó de
los labios de la mujer retratada. El pulso de Heriberto ascendió a ciento
setenta y notó que el cuerpo perdía la verticalidad. Transcurridos unos
angustiosos minutos se pudo reponer, a trancas y barrancas del trance, y armado
de valor, aunque sintiéndose algo idiota, le preguntó a la mujer del lienzo que
quién era, mientras se decía para sí que debía de estar completamente alienado
hablando con un cuadro. La mujer sonrió levemente y le respondió: “Yo no soy
nadie. Formo parte del cuadro; soy el cuadro y nada más”. Heriberto, sin salir
de su asombro, volvió a preguntarle: “¿Pero cómo tiene usted la facultad de
hablar?”. “Hablo, pienso, veo, razono, todo lo que un ser humano como usted
pueda hacer. Tenga en cuenta, señor, que 495 años dan para mucho.” El
espectador le respondió que no creía lo que estaba ocurriendo, que todo era
producto de una alucinación. La mujer arguyó: “¿Pero es que se atreve usted a
no creerme?”. A lo que nuestro amigo le respondió: “En absoluto, señora mía, en
absoluto. Pero esto que me está ocurriendo es una quimera, una ilusión, un
embrujamiento quizá…” Acto seguido se escucharon dos disparos que retumbaron en
todo el museo. El director del mismo que se encontraba en su despacho y todos
los empleados se presentaron en la sala. Estupefactos, vieron a un hombre
muerto. Tenía el impacto de un tiro en el corazón y otro más en el entrecejo,
así como un gran charco de sangre comenzaba a rodear el cadáver. La policía
jamás puedo encontrar al asesino de Heriberto. Nadie reparó en que en el suelo,
introducido en el estrecho hueco del rodapié, había un pequeño letrero en el
que constaba: “La gran asesina de Boston”. Jean de Asker. Óleo sobre tabla,
1521.
EL PANTALÓN VAQUERO
La
buena mujer, doña María Terruguillo, volvió a casa feliz y contenta. Su única
hija, Emelinda, cumplía ese día quince primaveras. Rápidamente, la mujer cogió
aguja e hilo, y fijándose en una revista prestigiosa de moda -Fashion Luck-, y
haciéndose de unas tijeras de costura, comenzó a despedazar el vaquero
fijándose en que quedara igual al que se veía en la famosa revista. Una vez
finalizados los cortes convenientes, doña María empaquetó debidamente los
pantalones con un bonito papel de regalo. Nada más llegar la hijita, la mujer,
toda feliz y sonriente, le presentó en sus brazos el paquete. Emelinda, loca de
alegría, pues suponía de qué se trataba, abrió el envoltorio a toda prisa,
pero, ¡oh, tristeza!, la nena, al comprobar los vaqueros comenzó a llorar
desconsoladamente alternando su llanto con aterradores ataques de furia. La
madre no comprendía qué ocurría. Quiso consolarla acariciándola, pero la nenita
de un manotazo le apartó la mano. Se fue a la cocina, tomó un gran cuchillo de
cocina, y se lo clavó repetidamente en el pecho mientras su madre, aterrada,
intentaba tapar con sus manos las enormes heridas por las que brotaban enormes
chorros de sangre. La madre se acercó a la nena y le preguntó: “Hija mía, ¿por
qué has hecho esa barbaridad?”. A lo que la infanta le respondió con voz queda:
“Yo soñaba con un vaquero de la marca Light Shushi, con sus cortes realizados
por el modisto Louis de la Tromba, y tú me has traído una asquerosa réplica…”.
Acto seguido, Emelinda emitió su postrer suspiro de vida mientras la madre
lloraba desconsoladamente. Doña María falleció un mes más tarde en el centro
psiquiátrico Arcos de la Cabeza.
DE LA VOZ INTERNA DE JUANA
Viñeta de portada: Natoli Pinazo
Amazon-KDP, 2020
[…]
Rafael Alcalá, poeta de soledades, que cual Tenorio aguerrido a los palacios
subió y a las cabañas bajó, buscando siempre el latido fiel de peregrinos de la
historia, no dejando como el Tenorio “memoria amarga”, sino una dilatada producción
poética en la que bucea a conciencia en el misterio profundo del hombre, ese
que se identifica con la tragedia, con el gozo, con la lucha, el sufrimiento y
la espera.
Y
se encontró con Dª. Juana y, como Petrarca con Laura de Noves, con permiso siempre
de esa paloma que “de torre en torre los días en que la lluvia rompe el silencio
del horizonte”, vuela y vuela y vuela… centró su atención, se encandiló,
recogió datos y datos, en concienzudo estudio del personaje, dispuesto a
descubrir entre las líneas de la historia: la feminidad, la bondad, el suspiro,
el anhelo, la pasión, el amor, la lágrima, la fe, el grito, la desesperación,
la esperanza, la ternura, la misericordia, la redención…; en definitiva la
grandeza de alma de una mujer impresionante, aherrojada por los que más debían
haberla querido y protegido, con una voz
interna, que Alcalá escucha y transforma en un poemario precioso, intenso,
vivo y sangrante, por su realismo.
Y
otra percepción personal a la lectura reposada y serena del poemario que
comentamos. Quien se adentra en las honduras del alma de esta mujer, quien
escucha la voz interna de Juana, que Alcalá transmite con experimentada
maestría, queda como el autor encandilado, absorto, ¿enamorado?, por el
personaje, que tantas veces ha sido desfigurado, roto, desdibujado,
injustamente tratado y representado por brutos e ignorantes. Si alguien cree
que la reina Dª. Juana I de España alguna vez estuvo “loca”, acérquese con
seriedad a estos versos y sepan leer en ellos la cordura y sensatez de una
mujer cuyo único motor existencial era el amor y por él dio la vida, soportando
los barrotes injustos de una cárcel en la que fue encerrada por aquellos que,
debiendo haberla amado y respetado por su valor y dignidad, la utilizaron para
su propio interés, robándole para la historia su verdadero rostro e integridad.
Por
todo ello nos atrevimos a definir esta obra como “intra-historia” del alma de
una mujer como Dª. Juana, reconociendo aquello del de Hipona de que la historia
es presente y Rafael Alcalá ha sabido con mano diestra escuchar y aprehender la
voz y los latidos del personaje. Ciertamente, una obra de arte del poeta.
Fragmento
de: “Recensión. ALCALÁ, Rafael, De la voz
interna de Juana”, de fray Jesús
Miguel Benítez, OSA. Sur, Revista
literaria, nº 16. Primavera, 2021
1
En
Tordesillas,
a
principios de marzo de 1509,
aspiro
el humo oscuro
del
tiempo desmayado
sobre
mi forma estéril.
No
siento crepitar mi corazón
en la cegada
piedra del silencio.
¿Hacia
dónde dirijo mis pasos en la noche
siempre
eterna?
¿Hacia
el alba?
¡No!
¡No hay
amaneceres luminosos!
Por las
almenas sólo se adentra oscuridad.
Los
soldados de guardia son estatuas de hielo.
No
tengo corazón, tengo memoria
que se
acerca despacio hasta mi cama,
al
tiempo
que
suena la campana más alta de la torre
tañendo,
acompasada,
un
profundo sonido de tristeza.
6
En
Lille nuestros ojos se conocen.
Durante
un breve tiempo
estamos
observando,
despacio,
nuestros cuerpos,
como si
no existiera otra cosa terrena
que
admirar;
como si
todos los mares del mundo
se
hubieran agostado
bajo
nuestro fervor,
y tan
sólo nosotros
quedáramos
atados por estrellas
en un
confín del mundo.
En
éxtasis se convierte mi furia,
mi
ansiedad, en delirio,
en
júbilo, mi enojo.
Vuela
mi corazón como un potro de fuego:
su
mirada posee
la
misma vehemencia que la mía.
Sin
duda somos el envés del orbe,
allí
donde se graba en nuestras carnes
el
deseo furtivo de todas las mareas.
Y
sabemos, sin duda,
con
total evidencia
que,
sin habernos dado la palabra,
viviremos
sin miedo y sin descanso
la
ilimitada magia del placer.
12
El
Archiduque y yo,
en la
bella catedral toledana,
un
veintisiete de mayo de un año
que no
recuerdo bien. ¡Domingo luminoso!
Mis
padres se colocan en lugar prominente.
El alto
clero y la nobleza grande
abarrotan
el templo.
Cisneros,
arzobispo de Toledo,
dice
misa
que
resulta tediosa para mí.
Más
tarde da comienzo
la
farsa de rigor inaguantable:
el
pleito homenaje,
la mano
diestra
sobre
una cruz muy bella
y los
santos Sagrados Evangelios.
Después,
parte del séquito asistente
nos
saluda con cierta cortedad.
Procedemos
al noble acatamiento
a
nuestros padres los Reyes, besándoles
las
manos y abrazándonos.
De esa
forma consigo convertirme
en lo
que rechacé toda mi vida:
ser
heredera del Reino de España.
Desde
entonces, Felipe, desecha su repudio
hacia
su esposa Juana. Aunque yo me percato
que su
fingido afecto se mantendrá muy poco,
como
así acontece. Felipe ya posee
lo que,
desde que tuvo uso de razón, siempre
quiso
alcanzar:
ser el
hombre
con más
dominio regio de su tiempo.
El
cetro del poder ya reluce en su mano.
Y yo
descenderé al infierno más duro
de la
vida terrena, hasta que mis retinas
se
vacíen de todo lo vivido.
¡Tiene la
muerte, en fin, esa ventaja!
44
Ha
llegado mi hora, la hora del silencio.
No
escucho los sonidos de las aguas cayendo
sobre
cántaros viejos, asidos por mujeres
de
pieles sarmentosas y ojos entreabiertos
que ya
lo han visto todo, y saben que la vida
es un
soplo de tiempo que en soledad compartes,
pues
solas han venido y volverán lo mismo.
Mis
ojos ven muy poco, apenas unas sombras;
no sé
si son mis hijos o mis nietos.
No
entiendo sus palabras. Llegan como un susurro
de
tierra a la deriva. Se me nubla la vista,
sólo la
oscuridad se acerca hasta mis sienes.
No
tengo escapatoria, pero nada me importa.
Sé cuál
es mi destino y quién allí me aguarda.
Por
equipaje llevo un dolor muy profundo
que se
irá disipando a medida que cruce
la
laguna del fin. Creo que estoy comenzando
a ser
feliz del todo, pues el Dios que he negado
me
acogerá dispuesta con mi mejor vestido:
el de
la paz eterna que me darán sus ojos
al
vernos frente a frente, sin darle nada a cambio.
Amazon-KDP, 2021
El Ficcionario
de madrugada de Rafael Alcalá es un magnífico libro: sus textos
pequeños esconden y exhiben una grandeza: siendo mini cuentos son algo más: son
jirones de vida, potente testimonio de la existencia. En cada una de estas
viñetas, en pocas líneas se compendia una vida. Los finales (como el fin de la
vida misma) son inesperados, sorpresivos, irónicos, cáusticos, poéticos,
risueños, tiernos, dolorosos... Todo el abanico del arcoíris en la paleta de
este gran escritor que estallan como un cohete en un segundo deslumbrante.
[…]
Estos relatos que tanta añoranza nos dejan no son el viaje: son la crónica del viaje. En ellos el lector descubrirá que el alba es sólo el final del atardecer.
(De Ficcionario, al atardecer, Dante Medina. Guadalajara, México)
4
La gaviota, desde su atalaya, divisó un hermoso pez limón. Se tiró en picado para apresarlo y se percató de que todo fue un espejismo. Desde entonces, se volvió vegetariana.
11
A Sir Antonhy Brikman the Lot le fue servido el té a las cinco en punto, justo cuando en otra parte del mundo salía, brioso, por la puerta de toriles, el primer toro de la tarde, bragado, para más señas.
30
Entró en la taberna y pidió un vaso de Pedro Ximén. Acto seguido, cayó en redondo al suelo. Acudió la ambulancia. Un cliente preguntó al médico, y éste le dijo: “No se preocupe, los marcianos no soportan estos mostos”.
54
Todo
hubiera sido más fácil si los previsores del futuro hubieran construido un
funicular en la edificación; así, Kafka hubiera finalizado del todo su
“Castillo” y quizá hubiera fallecido más feliz, si es que la felicidad puede
acompañar a la muerte. O quizá sí, al menos en algunos casos que he
presenciado.
POR EL QUICIO DEL VIENTO
Amazon-KDP, 2022
Rafael Alcalá (Málaga, 1943), autor de más de
veinte libros de poesía (Premio Barro 1992, entre otros), narrativa, ensayo e
investigación, publicó Las otras caras de la moneda, conjunto de microrrelatos, hace poco, que se abría con una
cita anónima: “Nada es lo que parece, sino lo que es”. Mientras otras veces
había optado por un enfoque más realista, crítico asimismo, ahora buscaba más
allá de lo aparente.
Y en esa línea hay que situar su último libro, Por el quicio del viento, que se lee literalmente de un tirón porque en sus cincuenta
y siete páginas hay setenta enunciados, a modo de greguerías, que ocupan cada
una de ellas una sola línea, un reto del escritor, que no sitúa los puntos
finales como queriendo darnos a entender una continuidad sugerente.
[…]
Atractiva mezcla de temas, de recursos y de
enfoques para dejar patente la búsqueda del fondo de las cosas. Libro donde lo
breve, si bueno, que lo es, ya se sabe…
(De LO BREVE SI BUENO…, José Cenizo Jiménez, diariodigital.org 31-mayo-2022)
1
Las secuoyas son las primeras criaturas que peinan el alba
2
Rechazó un trabajo multimillonario. En Siberia no hacían churros
6
El final de la ola es el epifonema de un gran poema
12
La araña padecía de un frío intenso; tejió un grueso jersey y fue feliz
16
El corazón no tiene nada que ver con el amor, sino con la fontanería
27
Han sido detenidos los círculos y los cuadrados por escándalo y agresiones
43
Estalló la nave estelar Enterprise. Rió el niño y guardó canuto y almecinas
48
El alpinista consiguió su mejor corte de pelo. Un águila rozó su cabeza
69
El final de un libro no existe; se prolonga hasta un suspiro muy profundo
OTRAS OBRAS
PRONTUARIO COFRADE
Málaga legendaria 14-1
Corona del Sur
Málaga, 1997
[…]
De ahí la importancia de este libro que recopila y reúne lo tradicional,
antiguo y moderno, de hechos tan singulares como supone nuestra Semana Santa y
nuestras Cofradías.
Casi
pared con pared, la Semana Santa andaluza, posee las peculiaridades de cada
sitio, de cada lugar, de cada región. En este caso, el Prontuario cofrade abarca más de mil quinientas voces, definiciones
e historia […] Por eso, con sumo gusto, hacemos referencia a esta obra de
Rafael Alcalá y Francisco Peralto que enriquece, al fin, la bibliografía de la
Semana Santa andaluza.
Fragmento
de “Prontuario cofrade”, de Antonio
Hermosilla Molina. Boletín de las
Cofradías de Sevilla, nº 461. Sevilla,
julio 1997
TRANSITO DEL PINTOR PEPE ESPAÑA,
Biblioteca
General Corona del Sur
Málaga, 1998
No
hay mejor regalo que la mirada de un amigo. Rafael Alcalá nos entrega un
conjunto de fugaces apuntes poéticos, a modo de intenso diario, de un periodo
de su amigo y paisano, el pintor Pepe España, donde de la mano del autor
recorremos un periplo, años decisivos sin duda, de un pintor que nunca olvida
sus orígenes, el mar de su infancia, el salitre que impregna sus recuerdos más
inocentes. Málaga, Madrid, Cuenca, y finalmente, Latringgen, siempre con dos
referencias vitales que dejaron huella en el artista, su Málaga del alma y
Cuenca, cuna y paraíso de tantos pintores y escritores
(como una especie de Tánger nacional, de protectorado bohemio en medio de la
grisura ambiente de la época) que hallaron allí su particular edén o refugio a
mediados de los cincuenta y sesenta del pasado siglo. De hecho, es
significativo el posterior vínculo que el pintor establece entre Berna y
Cuenca, como dos caras de la misma moneda. Cuenca y su ambiente particular determinan
una búsqueda que acabará en la ciudad suiza, como si el círculo se cerrara tras
larga e intensa búsqueda.
De
la mano de Rafael Alcalá asistimos a los avances de un itinerario vital, al
menos de una parte significativa, donde el afán y la vocación acaban
encontrando su merecida recompensa. Vivir para pintar y ganarse la vida con la
pintura, doble sueño convertido en cotidiana realidad, la aspiración de muchos
artistas. ¡Y Pepe España la consiguió! Y no sólo en Suiza, sino en otros
países: Alemania, Francia, Estados Unidos…
Resaltar
la facilidad con que Rafael nos va situando en los variados e interesantes
peldaños de la vida del artista, recalcando con toques poéticos su devenir
pictórico, su lucha por cumplir su aspiración vital, como privilegiados
espectadores, gracias a una prosa ajustada, llena de matices y de ricos hallazgos,
que nos permiten, desde esa exclusiva primera fila que facilita la literatura,
asistir a los sucesivos éxitos, profesionales y personales, de un paisano tan
ilustre: Pepe España, que desgraciadamente abandonó este mundo el 27 de
diciembre de 2007.
Sobre
el Tránsito del pintor Pepe España, de Rafael Alcalá, de Manuel Varo. Mayo, 2021
FRANCISCO PERALTO: FERVOR EN LA PALABRA
Puente de la Aurora, libro extraordinario
Málaga, 1999
“El
tercero de los libros que ha venido a enriquecer la bibliografía sobre el
escritor y maestro impresor malagueño es el de Rafael Alcalá Francisco Peralto
fervor en la palabra […] Rafael Alcalá
nos introduce en la biografía de Francisco Peralto con rigor, amenidad y
hondura; mostrándonos fundamentalmente aquellos aspectos humanos determinantes
en la vida y la personalidad del escritor, desde la posición de privilegio que
concede la amistad y el conocimiento fidedigno […] Una cuidada selección de la
poesía publicada por el poeta entre 1968 y 1998, constituye el segundo ciclo de
este volumen coordinado por Rafael Alcalá, que se cierra con una extensa
bibliografía de sobre el escritor malagueño.
Fragmento
de “Fervores de Peralto”, de José
Antonio Sáez. Revista cultural Turia,
nº 50. Teruel, octubre 1999.